11 de septiembre de 2001
Hoy hace diez
años de aquel martes 11 de septiembre de 2001 que marcó el inicio del siglo XXI y que dejó una huella imborrable en todos nosotros. Prueba de ello es que, a pesar del tiempo que ha pasado, seguimos recordando donde estabamos y que hacíamos ese día; yo recuerdo venir de la
biblioteca de estudiar para los exámenes de selectividad, encender la
televisión y ver como el mundo entero estaba pendiente de lo que estaba
pasando en Nueva York.
En un mundo tan
globalizado, desgraciadamente acostumbrado a este tipo de tragedias y
cada vez más insensible, no debemos, o mejor dicho, no podemos
olvidarnos de todos aquellos que perdieron sus vidas innecesariamente por los intereses y deseos de unos pocos.
Pero no es el momento de hablar de conspiraciones, ni de políticas imperialistas, ni de dólares teñidos de sangre y petróleo, ni de invasiones ilegales, ni de radicalismo religioso, ni de guerras rentables y fraudulentas... Es el momento de hablar de ellos, de aquellas personas que, aquel fatídico 11 de septiembre de 2001, murieron en el World Trade Center, en las oficinas del Pentágono y en el vuelo 93. Pero no podemos ser hipócritas en estos temas y por eso también debemos de acordarnos de todos los inocentes que posteriormente murieron en las guerras provocadas por Estados Unidos y sus aliados, en países como Irak o Afganistán, y que fueron consecuencia de aquellos atentados.
Por eso quiero hacer un pequeño homenaje y dedicar estas palabras a todas aquellas víctimas cuyas vidas han sido truncadas injustamente, y abogar por el fin del terrorismo, del radicalismo religioso, de las políticas imperialistas y de todo aquello que acaba con la vida de inocentes.
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